Está en la esencia misma del teatro su reto de ser, en cada representación, aunque lleve miles de repeticiones, fresco, vital, irrepetible. Queremos que el festival siendo como es cíclico, sea a su vez renovado, poderoso, que guarde permanentemente el contacto con su raíz, que ha sido y es el deseo del disfrute y el enriquecimiento vital y gozoso de nuestra gente, por la vivencia de este milenario arte, creador de fantasía y realidades; arte que mira, interpreta, expresa, celebra, da significados al ser humano y al cosmos, que recrea la vida, como ya lo hemos señalado; A su vez pasará como un soplo, siendo como es, también el arte de lo efímero; quedará solo en la memoria, en la emoción, en lo sutil.

O también nos puede gustar apuntar que el teatro, el arte en general, no sirve para nada, lo cual de ningún modo es tampoco cosa menor. Cuentan que un sabio antiguo, llegó un día a la cumbre de una montaña, otrora un bosque, y al ver que allí sobrevivía solitario un inmenso, bello y frondoso árbol bajo a cuya sombra se sentaban a descansar extasiados los caminantes viajeros, mandó a preguntar a sus discípulos por qué habían talado tantos árboles salvando solamente aquel.

Hechas las averiguaciones supieron que todos los demás árboles útiles como eran para la carpintería, la construcción, la elaboración de papel, entre otros beneficios que daban, habían sido cortados precisamente para emplearse en su utilidad respectiva. Como el árbol de la historia no servía para nada no fue cortado. El sabio comprendió inmediatamente el alcance de “no servir para nada”.